Monday, March 27, 2017

Declaration - Declaración La Voz de los de Abajo March/Marzo 2017

English follows the Spanish

Declaración de La Voz de los de Abajo ChicagoTierra y Territorios: Campesinos y Pueblos Indígenas en Honduras siguen bajo ataque

     Del 26 de febrero al 11 de marzo de 2017, La Voz de los de Abajo organización con sede en Chicago, coordinó una delegación a Honduras de miembros y dirigentes de organizaciones de derechos humanos, de justicia ambiental, de jóvenes y estudiantes, religiosas, sindicales y solidarias, para la conmemoración del aniversario del asesinato de Berta Cáceres Flores.Nuestra delegación se reunió con defensores hondureños de derechos humanos y con organizaciones y comunidades que defienden los derechos a la tierra y a los territorios, entre ellas COPINH, la CNTC y OFRANEH.     El propósito de esta declaración es destacar y denunciar ejemplos específicos de violaciones a los derechos humanos y las amenazas, violencia y acciones contra las organizaciones mencionadas y contra los defensores hondureños que los acompañan. También reafirmamos enfáticamente nuestra oposición al financiamiento por el gobierno de Estados Unidos que contribuye a la militarización y al clima de inseguridad y violencia en el país. Destacamos también que la investigación sobre el asesinato de Berta debe incluir la investigación de posibles vínculos con el ejército estadounidense de algunos de los acusados de su muerte. Los testimonios que recibimos durante esta delegación confirman los informes de otras organizaciones internacionales de derechos humanos de que existe una colusión preocupante entre las élites locales y nacionales, los proyectos hídricos y mineros, el crimen organizado y el aparato estatal.

COPINH y la comunidad de Río Blanco, Intibucá     Un año después del asesinato de Berta Cáceres, su familia y su organización continúan exigiendo una investigación seria, independiente del gobierno hondureño, sobre quién ordenó, planificó y llevó a cabo el asesinato. Los líderes y miembros del COPINH (Consejo Cívico de los Pueblos Indígenas de Honduras) informan que continúan recibiendo amenazas de daño físico, atentados contra sus vidas y amenazas de criminalización contra la organización. Visitamos la comunidad de Río Blanco donde se encuentra el proyecto hidroeléctrico DESA. Los miembros de la comunidad relataron sus experiencias de ser atacados físicamente, amenazados y acosados por empleados de DESA y por fuerzas policiales y militares debido a su oposición al proyecto DESA Agua Zarca. Expresaron su temor de nuevos ataques. Nuestro grupo también asistió a una conferencia de prensa en Tegucigalpa el 1 de marzo de 2017 para Suyapa Martínez del Centro de Estudios de la Mujer en Honduras (CEM-H). La Sra. Martínez es una defensora de derechos humanos acusada de difamación por la empresa constructora DESA en relación con el asesinato de Berta Cáceres. Cabe señalar que es ampliamente difundido, declarado públicamente e publicado en Honduras que algunos representantes del DESA en sus más altos niveles amenazaron directamente a Berta y deben ser investigados. Algunos empleados de DESA de nivel inferior están entre los arrestados en el caso de Berta. Aunque un juez rechazó recientemente los cargos de difamación, el caso de la señora Martinez es considerado como un ejemplo más de intentos de intimidar y silenciar a los defensores de derechos humanos, abogados y periodistas. También se considera parte de un intento descarado de silenciar el llamado a una investigación independiente del asesinato de Berta Caceres.

La CNTC y la comunidad "9 de Julio" en La Paz.     Nuestro grupo visitó la comunidad de la CNTC (Centro Nacional de Trabajadores del Campo) en Tutule llamada "9 de Julio". Esta comunidad ha sido desalojada 26 veces, al menos 3 veces con violencia, incluyendo la más reciente el 13 de enero de 2017. Los miembros de La Voz también visitaron la comunidad después de un desalojo violento previo en mayo de 2016. Estos desalojos se caracterizaron por asaltos masivos con gases lacrimógenos y con policías y unidades militares disparando munición real a los campesinos. El 13 de enero, Víctor Vázquez, presidente del Consejo Indígena de Simpinula, La Paz, y líder de la organización Lenca MILPAH en La Paz, recibió un disparo en la rodilla mientras observaba y grababa video del desalojo. Al mismo tiempo, un miembro del grupo campesino sufrió una seria lesión en la mano por un proyectil de gas lacrimógeno disparado directamente contra los campesinos y una mujer de la comunidad sufrió un aborto involuntario. 
     En el desalojo en mayo de 2016, dos miembros de la comunidad CNTC sufrieron heridas de bala. Este reciente desalojo ocurrió antes de que se recibiera una decisión judicial por un recurso presentado a principios de enero por el Comité de Familiares de Detenidos Desaparecidos (COFADEH) y otros representantes legales de los campesinos. La tierra estaba abandonada y en barbecho hasta que el grupo campesino, formado por familias jóvenes sin tierra, comenzara a trabajarla. Ellos construyeron un sistema de agua, sembraron cultivos de hortalizas para desarrollar la producción agrícola sostenible y construyeron pequeñas casas con jardines de flores. Fue entonces cuando una de las élites locales, Carlos Arriaga, empezó a reclamar la tierra. Arriaga es un pariente del alcalde de la ciudad de Tutule, Will Guevara, quien ha estado presente en varios desalojos.      Tras el desalojo del 13 de enero, Arriaga apareció en la televisión nacional denunciando a las familias campesinas y pidiendo al gobierno hondureño que lo ayudara a deshacerse de ellas. Han habido algunas negociaciones con Arriaga pero él ha insistido en que los campesinos tendrían que comprarle la tierra a precios exorbitantes por acre para reembolsarle por "mejoras". Sin embargo, la tierra es "ejidal" o tierra pública elegible para la distribución a los sin tierra. Los campesinos han hecho mejoras significativas en la tierra, ademas de que han tenido que reconstruir sus casas y replantar cultivos en numerosas ocasiones. Este caso es emblemático de la situación del campo para los campesinos, sobre todo en las regiones indígenas del país donde los miembros de la élite económica y política están vinculados al poder político y están interesados en los ingresos que pueden recibir de los mega-proyectos mineros y hidroeléctricos.        Organizaciones campesinas como la CNTC piden que se ponga fin a la criminalización de los campesinos (hay miles en el sistema de justicia penal por "delitos de tierra") y hay necesidad de una nueva reforma agraria integral para resolver la urgente necesidad de miles de campesinos pobres y sin tierra  para para cultivar. Sin tal reforma y un fin a la represión hay poca esperanza de lograr una seguridad en términos de alimentación o de la integridad física de los que viven en el campo.

OFRANEH y la comunidad de Barra Vieja     La comunidad Garífuna de Barra Vieja, cerca de Tela, Atlántida, ha existido por más de 100 años como una de las 48 comunidades garífunas localizadas en la costa norte de Honduras. La comunidad mantiene su lengua materna y su cultura económica y social. A partir de 2007 las elites económicas y políticas comenzaron a tratar de desplazar a la comunidad de 127 personas para desarrollar proyectos de mega-turismo en las playas prístinas del área de Tela. Líderes de la comunidad dijeron a nuestra delegación que a partir de 2013 estos intentos se hicieron más agresivos ya que el exclusivo Indura Beach Resort y Golf Club (ahora conectado a la cadena Hilton) fue construido en tierra que también formaba parte de Barra Vieja y otras comunidades cercanas. Vimos la estación de guardia con guardias armados y una cerca que corre hasta el borde del agua y evita que los aldeanos puedan acceder a la playa o las palmeras (manaca) que necesitan para renovar sus casas. Los y las estudiantes jóvenes de Barra Vieja no pueden caminar la distancia más corta a lo largo de la playa para llegar a su escuela en la aldea siguiente y tienen que conseguir el transporte o caminar una distancia larga y desprotegida para llegar a la escuela.       En 2014 se emitieron órdenes de desalojo contra la comunidad. La policía intentó desalojar a la comunidad en abril de 2014 sin éxito y en septiembre de 2014 un gran contingente de policías y militares fuertemente armados entró en la comunidad obligando a los residentes a salir de su casa. Varios residentes ancianos murieron en los días después del desalojo, mientras muchos residentes volvieron otra vez para recuperar sus hogares y la tierra. OFRANEH expuso el hecho de que la propia orden de desalojo no cumplía con los requisitos legales y también que es un hecho que el artículo 169 de la Organización Internacional del Trabajo, que protege los derechos de las comunidades indígenas, se aplica a los garífunas de Honduras. Los cargos de robo de tierras contra los líderes y residentes de Barra VIeja fueron anulados en la corte, pero los funcionarios y promotores no han renunciado a los esfuerzos legales y extrajudiciales para desplazar a la comunidad; Muchos de los aldeanos han abandonado temporalmente sus hogares debido a las constantes amenazas y acoso. 

      Consideramos que estos tres casos son indicativos de las crisis de derechos humanos en curso en Honduras que se apoyan en la impunidad y la intimidación. Hay otros casos serios que no podemos tratar hoy en esta declaración.  Hemos visto la declaración del vicepresidente estadounidense Pence después de la visita del presidente Hernández a Estados Unidos el 23 de marzo de 2017. Nuestra experiencia y la experiencia de las personas y organizaciones hondureñas que conocemos, contradicen la afirmación del Sr. Pence de que ha habido "importantes avances que ha hecho Honduras en los últimos dos años" en el fortalecimiento de la seguridad ciudadana, y en contra de la corrupción, y seguiremos trabajando para detener la ayuda militar y de seguridad de Estados Unidos que compra balas y gases lacrimógenos para su uso en contra el pueblo hondureño.

La Voz de los de Abajo Chicago27 de marzo de 2017
Chicago, Il EUA
********************************************************************************

Declaration by La Voz de los de Abajo Chicago
Land and Territories: Campesino and Indigenous Peoples in Honduras Are Still Under Attack

     From February 26 - March 11, 2017,  the Chicago based organization La Voz de los de Abajo coordinated a delegation to Honduras of Chicago student/youth,community environmental justice, religious, human rights, union and solidarity organizations for the one year commemoration of the assassination of Berta Caceres Flores.      Our delegation met with Honduran human rights defenders and with organizations and communities defending land and territory rights including COPINH, the CNTC and OFRANEH. 

     The purpose of this statement is to highlight and denounce specific examples of violations of human rights and the threats, violence and actions against the organizations mentioned and the Honduran human rights defenders who accompany them. We also emphatically reaffirm our opposition to U.S. government funding which contributes to militarization and the climate of insecurity and violence in the country. We wish to emphasize as well that the investigation into Berta’s murder must include the investigation of possible ties to the US military of some of those accused of her death. The testimony we received during this delegation affirms the reports of other international human rights organizations that there is a disturbing collusion of forces between local and national elites, water and mining projects, organized crime and the state apparatus. 

COPINH and the community of Rio Blanco, Intibucá     One year after Berta Caceres’ murder, her family and organization continue to demand a serious investigation independent from the Honduran government into who ordered, planned and carried out the assassination. COPINH (Indigenous Peoples Civic Council of Honduras) leaders and members report that they continue to receive threats of physical harm, attempts against their lives, and threats of criminalization against the organization. We visited the Rio Blanco community where the DESA hydroelectric project is located. Community members related their experiences of being physically attacked, threatened and harassed by DESA employees, police and military forces because of their opposition to the DESA Agua Zarca project. They expressed their fears of further attacks. 
     Our group also attended a press conference in Tegucigalpa on March 1, 2017 for Suyapa Martinez of the Center for Women’s Studies in Honduras (CEM-H). Ms. Martinez is a human rights defender accused of defamation by the DESA construction company related to the murder of Berta Caceres.  It should be noted that it is widely held, stated publicly and printed in Honduras that DESA representatives at its highest levels directly threatened Berta and should be investigated. Some lower level DESA employees are among those arrested in Berta’s case. Although a judge recently rejected the charges, Ms. Martinez’s case is considered to be one more example of attempts to intimidate and silence human rights defenders, lawyers and journalists. It is also considered to be part of a blatant attempt to silence the call for an independent investigation of Berta Caceres’ murder. 

The CNTC and the “9 de Julio” community in La Paz.     Our group visited the CNTC (National Center for Farm Workers) community in Tutule called “9 de Julio”. This community has been evicted 26 times, at least 3 times with violence including most recently on January 13, 2017.  Members of La Voz also visited the community after previous violent eviction in May, 2016. These evictions were characterized by massive tear gas assaults and police and military units firing live ammunition at the campesinos. 
     On January 13, Victor Vazquez the President of the Indigenous Council of Simpinula, La Paz and leader of the Lenca organization MILPAH in La Paz was shot in the knee as he observed and video taped the eviction. At the same time a member of the campesino group suffered a serious hand injury from a tear gas projectile fired directly at the campesinos, and a woman from the community suffered a miscarriage. 
     In the eviction in May 2016 two members of the CNTC community suffered gunshot wounds. This recent eviction occurred before any  court decision was received for an appeal submitted in early January by the Committee of the Families of the Disappeared Detainees (COFADEH) and other legal representatives of the campesinos.  The land was abandoned and fallow before the campesino group, made up of young families with no land, began working. They built  a water system, planted vegetable crops to develop sustainable agriculture production and built small homes with flower gardens. That is when one of the local elite, Carlos Arriaga, began pressing a claim to the land. Arriaga is a relative of the mayor of the town of Tutule, Will Guevara, who has been present at several evictions. After the January 13th eviction, Arriaga appeared on national television denouncing the campesino families and calling on the Honduran government to help him get rid of them. There have been some negotiations with Arriaga but he has insisted that the campesinos would have to buy the land from him at exorbitant prices per acre to reimburse him for “improvements”.  However, the land is ‘ejidal” or public land eligible for distribution to the landless.  The campesinos have made significant improvements to the land, as well as having had to rebuild their homes and replant crops numerous times. 
     This case is emblematic of the situation in the countryside for the campesinos, especially in the indigenous regions of the country where members of the economic and political elite are is tied to political power and economic gain from mining and hydroelectric mega-projects. 
     Campesino organizations such as the CNTC call for a stop to the criminalization of the campesinos (there are thousands in the criminal justice system for “land crimes”) and for the passing of a new, integral agrarian reform to resolve the urgent need of thousands of landless and poor small farmers for land to cultivate. Without such a reform and end to the repression there is little hope for food and physical security in the countryside. 

OFRANEH and the community of Barra Vieja       The Garifuna community of Barra Vieja near Tela, Atlantida has existed for more than 100 years as one of some 48 Garifuna communities located on the northern coast of Honduras.  The community maintains its native language and economic and social culture.  Beginning in 2007 the economic and political elites began trying to displace the 127 person community in order to develop mega-tourism projects on the pristine beaches of the Tela area. Community leaders told our delegation that beginning in 2013 these attempts became more aggressive as the exclusive Indura Beach Resort and Golf Club (now connected to Hilton) was built on land that was also part of Barra Vieja and other nearby communities. We saw the guard station with armed guards and a fence that runs all the way to the water’s edge and keeps the villagers from being able to access the beach or the palms (manaca) that they need to refurbish their homes. School children from Barra Vieja cannot walk the shorter distance along the beach to their school in the next village but have to get transportation or walk a long, unprotected distance to get to school.  
     In 2014 eviction orders were issued against the community. Police tried to evict the community in April of 2014 without success and in September 2014 a large contingent of heavily armed police and military entered the community forcing the residents out of their home. Several elderly residents died in the days after the eviction, while many residents returned again to recuperate their homes and land. OFRANEH exposed the fact that the eviction order itself did not meet the legal requirements and the fact that the International Labor Organization Article 169 protecting the rights of indigenous communities applies to the Garifuna in Honduras.  Charges of land theft against Barra Vieja leaders and residents were overturned in court, but the officials and developers have not given up either legal and extra-judicial efforts to displace the community; many of the villagers have temporarily left their homes due to the constant threats and harassment. 


     We believe that these three cases are indicative of the ongoing human rights crises in Honduras that rests on impunity and intimidation. There are other serious cases that we are unable to develop in this declaration today. We have seen the statement by the US Vice President Pence after the March 23, 2017 visit by President Hernandez to the US. Our experience and the experience of the Honduran individuals and organizations we know contradicts Mr. Pence’s assertion that there has been “important progress that Honduras has made over the past two years” in strengthening citizen security and fighting corruption, and we will continue to work to stop US military and security aid that buys bullets and tear gas to be used against the Honduran people. 

La Voz de los de Abajo
March 27, 2017
Chicago, Il USA


Wednesday, March 22, 2017

“Made in the U.S.A”: Take Action for Honduran Campesinos

From February 28 - March 8, 2017, a La Voz de los de Abajo delegation was in Honduras for the commemoration of Berta Caceres' murder a year ago. We also visited campesino communities. This is an article by a delegation participant from our Chicago partners in solidarity with Honduras, CRLN. 

“Made in the U.S.A”: CNTC Land Recuperation Efforts Hurt by U.S. “Security” Aid
Reflections by Sharon Hunter-Smith, Chicago Religious Leadership Network on Latin America
Tegucigalpa and La Paz, Honduras; March 6, 2017
Our group from Chicago stood staring at the rough wooden table, which held 2-dozen or so spent tear gas canisters plus a couple of bullet shells, collected by the 9th of July community from the area immediately surrounding the place where we stood. The largest one, designed to be fired from a rifle, was stamped “Made in U.S.A.” The connection between U.S. military and police aid to Honduras and the violent persecution of impoverished Honduran farmers was crystal clear in the objects before us.
The original rural community of 28 families has been tear gassed and evicted from their simple hand-built dwellings and cultivated land 26 times by the Honduran military or police. In the last surprise eviction on January 13, 2017, the police followed the fleeing people, even women and children, across the valley, shooting all the way. One man was shot in the leg and a pregnant woman miscarried after running away, panicked, from the “security” forces. They also tore down and burned houses, stole or burned possessions and tools left in and around the houses, and cut down some of the fruit trees and crops. Since then, the women and children, have moved to a nearby community while the men have re-occupied the land.
“Thanks be to God that we continue to live on this land,” said one man. After each violent eviction, the community’s commitment is to return and resettle on the land within 24 hours of being pushed off, rebuilding houses and restoring crops as they are able. The bravery and endurance that this strategy demands is fed by their hope of land ownership. They experience other threats in the form of arrest warrants against them and death threats from the national or military police. “Every time we receive a group of international people who are in solidarity with us, it gives us the strength to keep going on with our struggle,” said another.
The irony is that if this were a pioneer story under a different government, these people would be heroes. This community of formerly landless people, organized by the Central Nacional de Trabajadores del Campo (CNTC--National Center of Rural Workers), settled this abandoned and desert-like land in 2010. They dug trenches and bought plastic pipes to carry water for irrigation and drinking water from a spring 3 kilometers away. They planted fruit trees and other crops to feed their families. A dry hillside turned green and provided a way to make a living. The CNTC which was founded in 1985 currently works with 203 other communities, like 9th of July, who are reclaiming land and putting it to good use in 14 of the 18 Honduran departments (what in the U.S. would be called states).
The National Agrarian Reform Law of 1962 provided that idle land fit for farming could be expropriated and awarded to indigent and landless persons by the government, and land was redistributed under this Law. However, the 1993 neoliberal Law of Agrarian Modernization gutted the agrarian reform,increasing inequality among landowners and increasing the desperation of the rural poor. To force the issue and obtain the land essential for rural people to support themselves and their families, the CNTC works with landless people to settle and plant on unused, undeveloped or abandoned land. The occupants then file for title with the Honduran National Agrarian Institute (INA) after some years of living on and working the land. 
The 9th of July community is the most persecuted of all the CNTC communities, but others usually are evicted at least several times in their struggle to obtain land. How long do they have to be on the land before they are granted a title? “We don’t know with this administration. They are not on our side,” answered one man. Some of the CNTC communities have lived and worked on their land for 15-20 years and still do not have title. Others have succeeded in their efforts.
Putting this into an even larger context for us, CNTC General Secretary Franklin Almendares explained that 64% of Honduran people are rural, impoverished, and displaced or facing displacement from their land for lack of a title to it. 46% live in extreme poverty. “We are not poor—our land is rich—but we are impoverished, because they throw us off the land on which we live and farm. They want to annihilate those who speak out, who protest, who object to and challenge this system.” At the same time, Almendares pointed out, when large corporate landowners take land without having title to it, the government is complicit with their actions and grant them titles.
Visiting a second land recuperation project, CNTC organizers led us to a piece of land on a plantation that had been abandoned for decades, its owner living in Tegucigalpa.14 young men and boys, most in their teens and early twenties, had arrived on the land 11 days earlier at night.They had made pup tents from pieces of plastic and canvas held up by sticks for shelter, and had begun clearing trees so that they could begin to create fields to plant. The youngest among them appeared to be around 11 years old. They seemed wary and shy,  vulnerable and scared. Most did not talk to us, letting the CNTC organizers and the elected head of their group explain to us their situation.
All wanted to acquire some land to work on and have something to hope for. They eventually wanted to start a family and needed a way to support them. Without land, they had no hope, and without hope, they had nothing to live for.
The CNTC organizers  told us that after arriving, the group did not sleep for three nights, worried that the police would find them and evict them. They also had not slept outside before with insects and snakes in the area, and they were getting used to that. With encouraging words, the CNTC organizers told the group that eviction is just a passing misfortune on the way to acquiring land and homes and community. Every group had experienced this, and many had eventually earned their titles. They must work and have hope that they, too, will be successful one day, because this path is the only one that offers them any hope.

What can those of us in the U.S. do to stop the persecution of communities working with the CNTC? Call your Congressional Representative’s office, ask to speak with or leave a message for the staff responsible for foreign policy, and request that they co-sponsor H.R. 2199, the Berta Cáceres Human Rights in Honduras Act. This would suspend all U.S. security aid to Honduras, including equipment and training, until they cease their human rights violations. We must stop U.S. funding that enables the Honduran government to use violence against its own people, people who only want a chance to support their families and contribute to the life of their communities.

Thursday, March 9, 2017

Planting Berta: A year of impunity, a life of rebellion, and the roots of a new world

Planting Berta: A year of impunity, a life of rebellion and the roots of a new world
Reflections by Matt Ginsberg-Jaeckle, La Voz de los de Abajo

“They tried to bury us, they didn’t know that we are seeds.”
            -Latin American proverb

March 1st-4th, 2017




Tegucigalpa, La Esperanza and Río Blanco, Honduras


Drums rumbled, shakers rattled and copal incense smoke swirled through the air as thousands of black and brown bodies flooded the streets of Honduras’s capital one year after the assassination of indigenous leader Berta
Cáceres. The pain and persistence of a people, of many peoples, and of the planet they protect, were on full display. “Your bullets can’t kill our dreams,” read one banner. “Wake up humanity, time is running out,” Berta’s famous words, screamed out from another banner. Thousands of people showed up in open defiance of a new “anti-terrorism” law criminalizing public protest, pushed through by the U.S.-backed Honduran dictatorship just in time for the one year anniversary of Berta’s assassination. The march poured out of the STIBYS bottle workers union headquarters, a key site of the Honduran resistance movement following the 2009 military coup, and took over one of the main thoroughfares of the mountainous Honduran capital. Supporters from around the country and world, including La Voz de los de Abajo’s a delegation from Chicago of youth, nurses, unionists, and other solidarity activists, accompanied thousands of people from all of Honduras’s indigenous nations to make clear that one year after the assassination, as the chant goes, “Berta hasn’t died, she’s multiplied.”

Who was Berta?
Berta Cáceres, born in the mountainous town of La Esperanza, Intibucá, founded the Council of People’s Indigenous Organizations of Honduras (COPINH), a grassroots organization of the Lenca indigenous peoples of Western Honduras, respected around the world for its integrity, clarity, strength and vision. Through COPINH, thousands of indigenous communities found a voice and a vehicle to defend their rights, reclaim their culture and advance a vision of a new country and world that prioritizes people and the planet over corporate profit.

Formed in the aftermath of the Central American revolutions of the 80’s, COPINH launched successful efforts to kick loggers out of indigenous territory and shut down their sawmills. It was instrumental in forcing the Honduran state to sign on to ILO Convention 169 on the rights of indigenous peoples, making the right to free, prior and informed consent a pillar of its resistance to mining, dam and other extractive and exploitative projects. COPINH also was instrumental in resuscitating Lenca culture, forming and linking elders councils to share the knowledge of traditions like the compostura, a Lenca offering to Mother Earth, as well as other traditions that hundreds of years of colonialism, violent attempts to force assimilation after independence, U.S.-backed dictatorships and neoliberal policies had threatened to do away with. COPINH’s incorporation of culture into all of its resistance was based on an understanding that oppression takes place not just on a material level, but in all spheres of community life and that struggle must therefore extend to and incorporate all of those areas.

Berta and COPINH’s consistent community work created a network of hundreds of communities well versed in the connections between what Berta described as the three key pillars of oppression – capitalism, patriarchy and racism. People of all ages and education levels in nearly any of the hundreds of COPINH communities in Honduras today can readily explain why capital seeks to displace them, how neoliberalism tries to justify the privatization of their resources, the ways that patriarchy undermines their communities and leads to violence in women’s lives, and how racist tropes about indigenous backwardness are used to justify silencing their voices and invading and exploiting their territories. This is the legacy of Berta and COPINH.

Berta and COPINH didn’t just espouse these ideals, however, they put them into practice, fighting hard through direct action to meet community needs. Confronted with racism in the schools, COPINH occupied the ministry of education and won agreements to train and place hundreds of indigenous teachers in their communities. Confronted with land grabs by ranchers they would mobilize people from all over to defend their territories. Often they bring thousands of community members to sleep for days under the Honduran congress until a particular dem
and is met.

COPINH has also always been explicitly internationalist. They have organized hundreds to travel for hours and hours to the capital to oppose the U.S. war in Iraq. They have spoken out boldly against imperialist aggression around Latin America and in defense of Cuba. Berta had close relationships with Kurdish women, with social movements from Europe to Africa, with the mothers of the disappeared in Argentina, with Cuban doctors and Korean farmers, with Italian activists and Mexican artists. COPINH recognized that the liberation of the Lenca people and of the Honduran people is bound up in the liberation of oppressed peoples everywhere.

The 2009 Coup

Berta and COPINH’s profile reached new heights following the 2009 military coup. COPINH had been one of the first social movement organizations to take advantage of the opening under President Manuel Zelaya, the first Honduran president since the fall of the military dictatorships of the 80’s to show any independence from the 10 families of the Honduran oligarchy. While COPINH and the rest of the Honduran social movement initially was in the streets protesting him like every other administration, unlike all previous presidents he showed willingness to listen to previously excluded sectors of society. Zelaya invited dialogue to the chagrin of the elite and their U.S. backers, and started enacting reforms like doubling the minimum wage and helping grant land titles to peasant groups. COPINH and others pushed further and urged deeper change, arguing that hundreds of years of oppression could only be challenge by completely “re-founding” the country, starting with a constitutional assembly to listen to the demands and visions of all sectors, especially those previously excluded from recognition much less decision-making – black and indigenous peoples, women, the LGBT community, peasants, workers and others. When Zelaya took initial steps to poll the Honduran people on their support for this project, it was the last straw for the Honduran oligarchy and its U.S. backers. They sent in General Romeo Vasquez Velasquez, trained in the U.S. at the infamous School of the Americas, to kidnap Zelaya in his pajamas, exile him from the country, and install a brutally repressive regime. Then U.S. Secretary of State Hillary Clinton was in Honduras meeting with the coup plotters days before the coup and would go on to play a key role in ensuring the coup’s consolidation. Berta had personally warned Zelaya of the coup, and was one of the first leaders to lead people out into the streets in what would become the broadest and fiercest sustained uprising in decades of Honduran history. The resistance movement was born and Berta became one of its key international spokespeople.
COPINH was joined in the streets for hundreds of days of consecutive protests, highway blockades, encampments, strikes, and other actions of resistance. Thousands of previously unorganized people joined the resistance out of a sense of rage that the first signs of progress for poor people in Honduras were being stomped out by a regime that quickly undid Zelaya’s reforms, sent the military to the streets, and began killing and disappearing members of the resistance. The regime also pushed through hundreds of concessions to corporate interests. One of these concessions granted permission to build a dam on the Lenca people’s territory along the sacred Gualcarque River, the dam that Berta would later be killed for opposing.

Since long before the coup, Berta had been instrumental in bringing together deep and strategic alliances of black and brown Hondurans, forming a lasting relationship with Miriam Miranda and her organization OFRANEH – the Fraternal Black Organization of Honduras, a leading and visionary voice representing the Garífuna community on Honduras’s north coast. Prior to the coup, Berta and Miriam had brought Garífuna communities to the mountains of the Lenca communities, and Lenca COPINH members to the coastal villages of the Garífuna on numerous occasions to dream together, share problems and strategies, and form a deep alliance uniting two peoples with histories of resistance dating back to long before Honduras was even a country. This unity was immediately on display after the coup when COPINH and OFRANEH marched together for days across the entire country to the Nicaraguan border to try to accompany Zelaya back into the country. It was COPINH and OFRANEH, along with allies from other sectors often marginalized even within Honduran social movements, such as LGBT folks, feminists and others, who pushed for a broad and inclusive resistance front, playing instrumental roles in the creation of the National Front for People’s Resistance (FNRP).  For a brief moment, when it appeared negotiations to reinstate Zelaya and hold elections were on the brink of success due to the pressure in the streets and from around the world, Berta was going to be the vice presidential candidate on an independent ticket, running alongside union leader Carlos H. Reyes. When the coup government maneuvered – under U.S. cover – to prevent the ratification of the deal to reinstate Zelaya, however, the resistance movement boycotted the elections, declaring that to participate in an electoral process ran by a military government that had just carried out a coup d’etat would be to legitimize the dictatorship.

Defending the Sacred Gualcarque River


Repression and impunity continued to grow as an even more authoritarian iteration of the coup government, that of current president Juan Orlando Hernández, installed itself through electoral fraud and heavy-handed repression. Nonetheless, Berta and COPINH doubled down in work to build their base and lift up community struggles. They were asked by the community of Río Blanco to help fight against the damming of the Gualcarque River. A Chinese corporation named SINOHYDRO and DESA, a Honduran corporation owned by an oligarch and largely financed through foreign capital, had received concessions in the immediate aftermath of the coup to dam up the Gualcarque River, in flagrant violation of ILO Convention 169’s requirement that indigenous peoples affected by megaprojects be consulted and give “free, prior and informed consent.” The community created a road blockade to stop the companies from accessing the river, joined COPINH and brought Berta up to accompany them. She fell in love with the community and its commitment to the river. That is how Berta was. She listened deeply; meeting people where they were at and helping connect their struggles to a broader context. She was playful and fierce at the same time, able to quickly build deep relationships. She slept in the community for weeks on end, coming down from the mountains to send out missives and raise awareness about the struggle against a dam that would not only displace the community and wipe out many of its crops, but spell environmental disaster and strangle the free flow of a river with profound spiritual significance for the Lenca people.

Since Honduras has been a militarized dictatorship for all intents and purposes since the 2009 coup, the military was of course quickly brought in to try to quell the community’s resistance. After Río Blanco community activist Tomás Garcia was shot and killed by soldiers during one of many
Photo of Tomás Garcia's funeral by SOA Watch
attempts to remove the community’s blockade, the Chinese company SINOHYDRO pulled out of the project. But DESA remained, and continued paying off members of other nearby villages to harass and intimidate the Rio Blanco community. They also launched an intense media campaign criminalizing COPINH and Berta in particular, accusing them of being outside agitators and of causing property damage. At one point the police stopped Berta and planted a gun in the back of her truck. After those charges failed to hold up, DESA sued Berta for defamation and property destruction and an arrest warrant was issued, forcing her into hiding. Though international pressure and protest in the Honduran streets got the charges thrown out, Berta had been receiving constant death threats. She was threatened directly by the now detained head of DESA security, Sergio Rodriguez. Other threats came as anonymous, often vulgar, and always viciously hateful messages to her phone. The Inter-American Commission on Human Rights granted her protective measures, but the Honduran state refused to take action against DESA or investigate any of the 33 documented death threats, instead offering to send the same police officers that had been repressing COPINH to “protect” her. Even after she won the Goldman Prize, the most prestigious award for defenders of the environment in the world, the pressure did not let up. She had become the most internationally recognized figure in the Honduran social movements, leading many to assume that DESA and its government backers wouldn’t dare kill her. That assumption was tragically wrong.

The shots that rang out across the world

On March 2nd, 2016, Berta was helping facilitate a training for members of the Río Blanco community in La Esperanza, along with Mexican activist Gustavo Castro, about community-based renewable energy alternatives to destructive dams and extractive projects. Her daughters had been visiting just days before, and when she said goodbye, she told them “if something happens to me, don’t worry, be strong.” She knew her days were numbered. Berta often hosted international guests at her home, both for her own security and because of her abundant hospitality. She was infamous for calling on friends for “quick favors” that could range from driving her hours to visit a political prisoner to helping find housing for fifty people coming into town to finding a bus to pick up COPINH members and drive them across the country to an action, but she returned these favors tenfold with her generosity of spirit, sharing abundant wisdom, deep laughter, and everything she had with anyone who needed it. That night it was an extra room for Gustavo in her house.

La Esperanza, despite its growth in recent years as a tourist destination, is still very quiet at night. The crow of roosters, the bark of an occasional dog, the hum of crickets and frogs create a symphony interrupted only by the occasional closing door, or the distant hum of a motor. But that night the interruption was different. Just after midnight Gustavo awoke to a pounding at the door and Berta’s defiant voice asking “who’s there?!” The door burst open, several men barged in and shot Berta in the chest and grazed Gustavo’s ear. He fell to the ground and played dead. Berta died on the spot.

Or so they thought.

Berta didn’t die, she multiplied

Tens of thousands gather to march during Berta's funeral, March 2016
Within hours of her assassination, word had spread across the world. Celebrities from Puerto Rican hip-hop group Calle 13 to actor Leonardo DiCaprio were tweeting about it. Numerous heads of state around Latin America expressed outrage. Most important, however, was the reaction of the Honduran people. The students launched protests in Tegucigalpa. The indigenous Lenca communities, the very people that this assassination was meant to quiet, spontaneously mobilized to La Esperanza. Thousands poured into the streets in a mix of mourning and outrage. The funeral march escorting Berta’s body to its resting place stretched for miles and included thousands of indigenous peoples and thousands of other Hondurans who had travelled from every corner of the country to pay respects to a woman who had been a bedrock of support to nearly every major struggle in the country. That night, an intimate gathering of COPINH members and family gathered at the space Berta and COPINH know as “Utopia,” a center that belongs to COPINH on the outskirts of town. A Guatemalan Mayan indigenous feminist leader who was a friend of Berta’s built a fire and invited everyone to gather around. She had people form concentric circles and begin to walk around the fire. As they sped up the fire suddenly cracked and swirled up in a mini-tornado, prompting cries of surprise and astonishment from everyone present. “That is Berta, sisters and brothers! She is with us, speak to her, tell her what you need to say,” she told the crowd. Amidst tears and laughter and smiles and hugs people began to do just that. Rosalina, one of the principle leaders of the Río Blanco struggle said “thank you for teaching me that as women we can lead, that we have a voice, that as indigenous peoples we matter.” Others, especially indigenous women, echoed similar sentiments. A song was born, “Berta she didn’t die, Berta she didn’t die, Berta she became millions, she became millions, in me she’s alive.”

Berta’s daughters, along with COPINH leaders from Río Blanco, went on speaking tours around the world, arriving directly at the doorstep of the Finnish and Dutch banks financing the project, and the halls of Washington to demand funding be cut off both to the dam project and the Honduran police and military who protect it and continually commit human rights abuses. They met with social movements ranging from Black Lives Matter in Baltimore to the Mothers of the Plaza de Mayo in Argentina and beyond. COPINH leadership rotated and the organization has seen a spurt of growth and a redoubling of support. The pressure has been so much that the Honduran state had to seek fall people to take the heat. At present eight people have been detained, including three current and former ranking members of the Honduran military and the head of security for DESA. Berta’s image has been painted in hundreds of murals across Honduras and around the world, books and songs have been dedicated to her, and everywhere, her now famous words ring out – “wake up humanity, time’s running out.”

One year later

So we return to March 1st, 2017, part of COPINH’s week of protest, ceremony, and celebration, under the banner “Berta lives on, COPINH is still strong!” Whereas numerous COPINH marches since the assassination have been tear gassed and brutally repressed, at this march the police and military mostly keep their distance. Some say it’s the international attention, others that it’s the drumming of OFRANEH members who lead up the march, scaring away the police. The march ends up at the Supreme Court
and people fill the streets outside while a commission goes in to formally present a legal motion to declare DESA’s concession illegal and cancel the project once and for all. As the commission comes
COPINH outside the Honduran supreme court demanding
the revocation of DESA's permit to build the Agua Zarca dam
out and the crowd silently swarms down the street to begin marching back to STIBYS, Berta’s dear friends, Honduran singer Karla Lara and writer Melissa Cardoza, are singing the sweet and piercing melody of a songKarla wrote for the Rio Blacno.

            Let the river run, let it run
            Tomás in its path, Berta in its current
            Let the Gualcarque river run
            One asks…
            Where does so much strength come from?
            Where does Rosalina come from?
            Where do so many Berta’s come from?
            They told me a secret.
            It’s the ancestral spirits
            It’s the ancestral spirits
            Who give strength to the Lenca…

Those are the spirits that undeniably fill Utopia the next day as a night of music and culture in honor of Berta commence. The children of Río Blanco, who have been an ever-present force at the blockade to the dam site, march across stage wearing Berta masks and paying homage to Berta through theater and song. Karla and many other Honduran artists let their melodies ring out in the crisp mountain air. A group of elders from Río Blanco ask the crowd to “listen to our words, not our music, since this is our first performance,” letting out a cry of mourning and remembrance over an accompanying guitar melody that moves everyone present. In between songs, people from social movements across Honduras and the world share the ways they have been inspired by Berta, and re-affirm the commitment to COPINH and the Lenca struggle.

Chicago youth organizer Randy Pouncy and Berta's
daughter Berta Zuñíga Cáceres in Río Blanco
The next day is a time to reflect and strategize. A forum originally scheduled to take place at COPINH’s office grows far too large for everyone to fit and is moved to Utopia. For hours on end, COPINH members and allies discuss the struggle of Río Blanco against DESA, the need to continue the pursuit of justice until those who plotted and called for the assassination are brought to justice, and how to continue building the broader Honduran social movement in defiance of a dictatorship whose only proposals are further criminalization, privatization and misery. There is also a meeting between two U.S. delegations, a Latin American feminist network and COPINH leadership, about how to build solidarity in the U.S. and the importance of continuing to fight for the Berta Cáceres
Law for Human Rights in Honduras to cut off U.S. police and military aid to the Honduran dictatorship. After Berta’s daughter, Bertita, speaks to the importance of stopping U.S. tax dollars from being used to continue buying bullets like the one that killed her mother, a youth organizer from Southside Together Organizing for Power (STOP) in Chicago, Randy Pouncy, follows after her as she exits the room, motioning for me to follow and interpret. Catching up to her, he says, “Same thing that’s going on in Chicago is the same thing y’all are going through. The police killing our people too, here’s my email, let me know how we can get your story out there,” slipping her a piece of paper he had scrawled his email on. She hugs him and says, “I will.”

In the afternoon a crowd of COPINH members and allies carries flowers to Berta’s grave and then mobilizes to the local branch of the Attorney General’s office, taking over the entrance, and standing under the first rain in over a month, lighting copal incense to purify the line of police wielding automatic weapons and lighting candles to call upon the spirit of Berta. Claudia, a sister from the indigenous Quechua people, fresh off from months of accompanying the water protectors of the Standing Rock Sioux tribe and hundreds of other indigenous nations fighting against the Dakota Access Pipeline in North Dakota, reminds those present that both the #NoDAPL and #FueraDESA struggles are for water, that water is life, and that Berta is undoubtedly the one raining upon those gathered, breaking months of drought. She teaches the whole crowd the chant “water is life” – “agua es vida” – “Mini Wiconi” and sends a beautiful and mesmerizing melody in her native Quechua up into the air, calling upon the spirits of Berta and the thousands of other martyrs to continue accompanying the struggle for a world beyond this madness.

Finally, on Saturday March 4th, the day Berta would have turned 46, a caravan departs La Esperanza to take the three hour trek up into the mountains to Río Blanco. At least a hundred members of the community are gathered under the famous oak tree – el roble – where time and again Berta had spoke to and with the community, planning the next steps in the struggle, debating tactics, sharing and building vision. Steam rises from a giant cauldron of rice cooks on the hillside, candles burn on an altar underneath the tree, elders and youth from the community speak powerfully to their commitment to continue the struggle, to Berta’s legacy, to the need to defend the river at all costs. People from around the world offer statements of support, and performers from other countries across Central America entertain the children (and adults!) with juggling and acrobatics and carnival tricks, mixed with poetry and prayer. Then the whole crowd descends past the site of the years-long community blockade and down the steep road to the river. It is believed in the Lenca worldview that the spirits of girls, of theniñas guardianas, protect the rivers. Berta is now considered to have joined the other niñas guardianas as a protector of the Gualcarque. It is hard to imagine a site more beautiful, or a sound more joyous, than hundreds of children, adults and elders plunging into and playing in the river that afternoon. For hours we are made to remember that the struggle isn’t just sacrifice and loss, it is also joy. Berta never let us forget that when she walked this earth, and she reminds us of it again as she calls us to the river to splash and play and dance and laugh.

Vale la pena defenderlo” says an elder, dripping with water and sitting on a rock on the side of the river.

It is worth defending.

Berta in the belly of the beast

As I write these words, we are on our way back to Chicago, on International Women’s Day, a day that saw women go on strike around the world. In the U.S., all efforts are increasingly focused on fending off attacks from the newly installed Trump regime, which has unleashed a wave of terror and hate directed against Muslims, immigrants, black, indigenous, disabled and LGBT communities in particular. It is tempting at moments like this, when authoritarianism is on the rise in our own country and neo-nazis are openly organizing, to set aside international struggles as secondary. To dig in our heals and turn our gaze to the ground as we bear down to defend what little is left after decades – centuries really – of plunder by a ferocious and insatiable ruling class.

To do so would be a grave mistake.

In the face of concerted and vicious efforts to annihilate their culture, displace their communities, and usurp their natural resources, Berta and COPINH mobilized hundreds to oppose the U.S. war in Iraq, issued statements in support of assassinated Kurdish women, travelled to Cuba to denounce the embargo, denounced Israeli crimes against Palestinians, and steadfastly defended sister peoples around the world in the face of imperialism. They have the wherewithal to recognize that our enemies are the same. That the capitalists don’t recognize borders. They plan their plunder from the mountains of Davos and the halls of Washington, through trade agreements and wars plotted over champagne and caviar. For us, as people’s movements, to draw up our bridges or limit our sights to the immediate attacks is to sentence ourselves to defeat and the planet to its destruction. As we oppose deportations, there is room to talk about the coups and trade policies that force migration in the first place. As we resist police brutality, there is space to talk about the killing of black and indigenous peoples in other places around the world. As we fight for human services and public education, there is space to decry that while the ruling class cries broke, as they close schools and mental health clinics, they also are sending money for weapons and bullets to kill people like Berta Cáceres. When we fight against oil pipelines through North Dakota, there are opportunities to connect the struggle of water protectors to fights for water from Honduras to India to Flint, Michigan. And while we push to stop Trump’s racist regime, there are lessons to be learned from the resistance in Honduras, from the role that Hillary and the Democrats played in the coup d’état, so that we don’t replace one monster with another and let the creative spirit in the streets be co-opted by a party that could care less about the communities under attack as long as it gets their votes. When we call our congress people to ask they reject a Trump nomination or fight the latest executive order, we can also ask that they sign on to the Berta Cáceres Law for Human Rights in Honduras. It’s a small, but meaningful way to connect our struggles.
And if you’re not convinced, if you’re overwhelmed at the idea of making another struggle your own, stop for a moment and listen. If you listen carefully, you will hear the rumble of the Garífuna drums in Tegucigalpa echoing off the riot shields of police guarding the White House. You will smell the copal of the Lenca, wafting north across the border, trying to wake us up, telling us, as Berta did, that time’s running out.






Reflexiones por Matt Ginsberg-Jaeckle, La Voz de los de Abajo


“Nos trataron de enterrar, pero no sabían que somos semillas.”


            -Proverbio latinoamericano


 1 a 4 de marzo, 2017


Tegucigalpa, La Esperanza y Río Blanco, Honduras


Los tambores alzaron su voz de trueno, junto al grito libertario de las maracas ancestrales; el humo de incenso de copal se arremolinó por el aire mientras miles de cuerpos negros e indígenas inundaron las calles del capital de Honduras a un año del asesinato de la lideresa indígena Berta Cáceres. El dolor y la persistencia de un pueblo, de muchos pueblos, y del planeta que protegen, se veía claramente. “Tus balas no matan nuestros sueños,” decía una manta. “Despierta humanidad, ya no hay tiempo,” las palabras ya famosas de Berta nos gritaron de otra manta. Miles de personas habían llegado, desafiando abiertamente el nuevo código penal “anti-terrorismo” que criminaliza las manifestaciones públicas, avanzado por la dictadura hondureña respaldada por los EE.UU. justo a tiempo por el primer aniversario del asesinato de Berta. La marcha partió del STIBYS, sitio importante durante la resistencia contra el golpe militar del 2009, y tomó una de las calles principales del capital hondureño montañoso. La gente se vino en apoyo de todo el país y del mundo, entre ellxs la delegación de La Voz de los de Abajo de Chicago, compuesta por jóvenes, enfermeras, sindicalistas y otras activistas solidarias, todxs acompañando a miles de personas de todos los pueblos indígenas de Honduras para hacer claro que a un año del asesinato, como dice la consigna, “Berta no se murió, se multiplicó.”


 ¿Quién es Berta?


Berta Cáceres, nacida en el pueblo montañoso de La Esperanza, Intibucá, fundó el Consejo Cívico de Organizaciones Populares e Indígenas de Honduras (COPINH), una organización popular del pueblo Lenca del occidente de Honduras, respetada en el mundo entero por su honradez, claridad, fuerza y visión. Por medio del COPINH, miles de comunidades indígenas encontraron una voz y un vehículo para defender sus derechos, retomar su cultura y plantear una visión de un país y mundo nuevo que prioriza el pueblo y el planeta encima de las ganancias de las empresas.


Formada después de las revoluciones centroamericanas de la década de los 80, COPINH lanzó esfuerzos exitosos para botar los aserraderos de territorios indígenas. Jugó un papel fundamental en obligar al estado hondureño firmar el convenio 169 de la OIT sobre los derechos de los pueblos indígenas, haciendo el derecho a la consulta libre, previa e informada un eje de su resistencia ante la minería, las represas y otros proyectos de explotación y extracción. COPINH también jugó un papel fundamental en resucitar la cultura Lenca, formando consejos de ancianos para compartir el conocimiento de tradiciones como la compostura, una ofrenda Lenca hacia la Madre Tierra, además de otras tradiciones que cientos de años de colonialismo, de atentos violentos de asimilación después de la independencia, dictaduras respaldadas por los EE.UU y políticas neoliberales amenazaban desaparecer. La incorporación de la cultura de parte del COPINH en todas sus resistencias fue basada en un entendimiento que la opresión se sitúa no solamente en el plano material sino en todos los ámbitos de la vida comunitaria y que por ende las luchas tienen que extender y incorporar a todas esas áreas. El trabajo de base consistente de parte de Berta y el COPINH creó una red de cientos de comunidades bien conscientes de las conexiones entre lo que Berta describió como los tres ejes claves de la opresión – el capitalismo, el patriarcado y el racismo. Gente de todas las edades y niveles de educación en casi cualquier de los cientos de comunidades del COPINH en Honduras hoy en día puede explicar las razones que el capital busca despojar a las comunidades, cómo el neoliberalismo busca privatizar los bienes comunes de la naturaleza, las maneras que el patriarcado deshace sus comunidades y lleva a la violencia en las vidas de las mujeres, y como se usan las ideas racistas sobre el supuesto retraso de los pueblos indígenas para silenciar sus voces e invadir y explotar sus territorios. Estos conocimientos son el legado de Berta y del COPINH.


Sin embargo, Berta y el COPINH no solamente hablaban de estos ideales, sino que los implementaron en la práctica, con luchas duras y acciones directas para satisfacer las necesidades de sus comunidades. Frente el racismo en las escuelas, el COPINH tomó el ministerio de educación y logró acuerdos para capacitar y colocar cientos de maestras indígenas en sus comunidades. Ante la usurpación de tierras de parte de terratenientes y ganaderos movilizaban a gente de todas partes para defender sus territorios. Frecuentemente llevan miles de personas de las comunidades a dormir por días debajo del congreso hasta que se cumpla una demanda particular.


COPINH también siempre ha sido explícitamente internacionalista. Ha movilizado a cientos de personas por distancias largas hacia el capital hondureño para oponerse a la guerra de los EE.UU en Irak. Ha alzado la voz con valentía en contra de la agresión imperialista en toda américa latina y en defensa de Cuba. Berta tenía relaciones cercanas con mujeres Kurdas, con movimientos sociales desde Europa hasta África, con las madres de la gente desaparecida en Argentina, con médicos cubanos y campesinos coreanos, con activistas italianas y artistas mexicanas. COPINH ha reconocido que la liberación del pueblo Lenca y el pueblo hondureño en general está profundamente ligada a la liberación de los pueblos oprimidos de todo el mundo.


El golpe del 2009


El perfil de Berta y del COPINH llegó a nuevas alturas después del golpe militar del 2009. El COPINH había sido una de las primeras organizaciones del movimiento social en aprovechar la apertura bajo el gobierno del Presidente Manuel Zelaya, el primer presidente hondureño después de las dictaduras militares de los años 80 en mostrar independencia de las diez familias de la oligarquía hondureña. Aunque el COPINH y el resto del movimiento social hondureño inicialmente estaba en las calles marchando como habían hecho con todas las administraciones anteriores, a diferencia de los otros presidentes él mostró cierta disposición de escuchar a los sectores excluidos de la sociedad. Zelaya los invitó a dialogar, ganándose la ira de la élite y sus patrocinadores gringos, y empezó a implementar reformas como subir el sueldo mínimo y ayudar a otorgar títulos de tierras a grupos campesinos. El COPINH y otros grupos siguieron empujando, planteando cambios más profundos, diciendo que cientos de años de opresión solo pueden ser desafiados tras la refundación completa del país, empezando con una asamblea constituyente para escuchar las demandas y visiones de todos los sectores, especialmente los que habían sido excluidos de reconocimiento mucho menos participación en la toma de decisiones – los pueblos negros e indígenas, las mujeres, la comunidad de diversidad sexual, el campesinado, la gente obrera y otros. Cuando Zelaya tomó pasos iniciales para hacer una encuesta al pueblo hondureño sobre su apoyo a este proyecto, ya se acabó la paciencia de la oligarquía hondureña y el gobierno gringo que la respalda. Mandaron al General Romeo Vasquez Velasquez, entrenado en los EE.UU en la famosa Escuela de las Américas, a secuestrar a Zelaya en sus pijamas, exiliarlo del país, e instalar una régimen brutalmente represiva. La entonces Secretaria de Estado de los EE.UU Hillary Clinton estuvo en Honduras reuniéndose con los golpistas pocos días antes del golpe y jugaría un papel clave en asegurar la consolidación de lo mismo. Berta había advertido personalmente a Zelaya sobre el golpe y fue de las primeras lidersas a llevar su base a las calles para iniciar lo que se convertiría en uno de los levantamientos más amplios y feroces en décadas de la historia hondureña. El movimiento de resistencia nació y Berta se convirtió en una de sus portavoces principales al nivel internacional.


COPINH y la resistencia estaban en las calles durante cientos de días consecutivos de manifestaciones, tomas de carreteras, plantones, huelgas y otras acciones de resistencia. Miles de personas previamente no organizadas se sumaron a la resistencia por el sentido de rabia que los primeros pasos de progreso para el pueblo pobre en Honduras estaban siendo arrebatados por un régimen que rápidamente deshizo las reformas de Zelaya, mandó el ejército a las calles, y empezó a asesinar y desaparecer mucha gente de la resistencia. Ese régimen también otorgó cientos de concesiones a intereses empresariales. Una de esas concesiones fue el permiso de construir una represa en territorio Lenca en el sagrado río Gualcarque, la represa por la cual luego matarían a Berta por su oposición a la misma.


Desde mucho antes del golpe, Berta había jugado un papel fundamental en formar alianzas profundas entre los pueblos indígenas y garífunas en Honduras, formando una hermandad duradera con Miriam Miranda y su organización OFRANEH – la Organización Fraterna Negra de Honduras, una voz de liderazgo y visión que representa la comunidad garífuna en la costa norte de Honduras. Antes del golpe, Berta y Miriam habían llevado a las comunidades garígunas a las montañas de la gente Lenca y las comunidades Lencas del COPINH a las comunidades garífunas de la costa en varias ocasiones para soñar en conjunto, compartir problemáticas y estrategias, y construir una alianza profunda para unir estos dos pueblos con historias de resistencia que empiezan mucho antes de que Honduras inició como república. Esta unidad se vio de inmediato después del golpe cuando COPINH y OFRANEH marcharon juntos durante días tras el país entero hacia la frontera con Nicaragua para tratar de acompañar a Zelaya a entrar el país de nuevo. Fueron COPINH y OFRANEH, con otros sectores aliados frecuentemente marginados incluso dentro de los movimientos sociales hondureños, como la gente de la diversidad sexual, las feministas y otras, quienes incidieron en la formación de una frente de resistencia amplia e inclusiva, jugando un papel fundamental en la creación del Frente Nacional de Resistencia Popular (FNRP).  Por un momento breve, cuando pareció que Zelaya estaría restituido en el poder para luego tener elecciones debido a la presión de las calles y del mundo, Berta iba a ser la candidata a vicepresidenta con una candidatura independiente encabezada por el sindicalista Carlos H. Reyes. Cuando el gobierno golpista, respaldado por los EE.UU, no ratificó el acuerdo que habría restituido a Zelaya, sin embargo, la resistencia boicoteó las elecciones, declarando que su participación en un proceso electoral bajo un gobierno militar que acaba de dar un golpe de estado terminaría legitimando la dictadura.


La defensa del sagrado Río Gualcarque


La represión y la impunidad seguían creciendo mientras una versión aún más autoritaria del gobierno golpista, la del presidente actual Juan Orlando Hernández, se instaló tras una fraude electoral y represión pesada. Sin embargo, Berta y el COPINH redoblaron sus esfuerzos en ampliar su base y levantar las luchas comunitarias. La comunidad de Río Blanco pidió que ayudaran en la lucha en contra de la represa Agua Zarca en el Río Gualcarque. Una empresa china nombrada SINOHYDRO y DESA, una empresa hondureña con un dueño de la oligarquía y financiamiento del capital extranjero, habían recibido concesiones después del golpe para represar el Río Gualcarque, descaradamente violando el convenio 169 de la OIT que protégé el derecho a la consulta previa, libre e informada de los pueblos indígenas afectados por megaproyectos. La comunidad tomó el camino de acceso al río, se sumó al COPINH y llevó a Berta a acompañarles. Ella se enamoró de la comunidad y de su compromiso con ese río. Así era Berta. Escuchaba profundamente, alcanzando la gente en donde se encontraba y ayudando a conectar sus luchas a un context más amplio. Era picara, juguetona y guerrera a la vez, capaz de establecer relaciones profundas rápidamente. Quedaba en la comunidad durante semanas, bajando de las montañas solamente para enviar comunicados o generar conciencia sobre la lucha en contra de una represa que no solamente desplazaría una comunidad y acabaría con muchas milpas, sino significaría desastre ambiental y cortaría el flujo libre de un río con un significado espiritual profundo para el pueblo Lenca.


Como Honduras ha sido básicamente una dictadura militar desde el golpe de estado del 2009, claro que fuerzas militares rápidamente fueron llamadas a tratar de acabar con la resistencia de la comunidad. Después de que el activista comunitario de Río Blanco Tomás Garcia fue asesinado por los soldados durante uno de muchos intentos de desalojar la toma de la comunidad, la empresa china SINOHYDRO se retiró del proyecto. Pero DESA permaneció, y seguía pagando a miembros de otros pueblos cercanos a hostigar e intimidar a la comunidad de Rio Blanco. Lanzaron una campaña mediática intensiva para criminalizar el COPINH y a Berta en particular, acusándoles de ser agitadores de afuera y de provocar daños a propiedad. En un momento la policia la detuvo a Berta y puso una arma en la paila de se camioneta. Después de que esos cargos fueron rechazados, DESA demandó a Berta por difamación y daños a propiedad y las autoridades dieron una orden de captura, obligándola a esconderse. Tras presión internacional y la lucha en las calles de Honduras todos esos cargos también fueron rechazados, pero Berta ya había empezado a recibir amenazas constantes. Fue directamente amenazada por el ahora detenido jefe de seguridad de DESA, Sergio Rodriguez. Otras amenazas vinieron de forma anónima, frecuentemente como mensajes vulgares y de odio y saña mandados a su teléfono. La Comisión Interamericano de Derechos Humanos la otorgó medidas cautelares, pero el estado hondureño se renegó tomar acción en contra de DESA o investigar cualquier de las 33 amenazas a muerte, solo ofreciendo mandar la misma policía que había estado reprimiendo al COPINH para “protegerla.” Incluso después de que ganó el premio Goldman, el premio más prestigioso en el mundo para defensores y defensoras del medio ambiente, la presión no se relajó. Ella se había convertido en la figura más reconocida al nivel internacional del movimiento social hondureño, lo cual causó especulación que DESA y el gobierno nunca atreverían matarla. Esa especulación fue trágicamente equivocada.


Los disparos escuchados en el mundo entero


El 2 de marzo del 2016, Berta estaba ayudando a facilitar una capacitación para gente de la comunidad de Río Blanco en La Esperanza, junta con el activista Mexicano Gustavo Castro, sobre las alternativas comunitarias de energías renovables en lugar de la destrucción de represas y proyectos extractivistas. Sus hijas la estaban visitando pocos días antes, y cuando se despidió, las dijo, “si algo me pasa, no se preocupen, sean fuertes.” Sabía que sus días eran numerados. Berta frecuentemente recibía a huéspedes internacionales en su casa, tanto para su propia seguridad como por su abundante hospitalidad. Era famosa por llamar a sus amigas y amigos a pedir “un favorcito,” lo cual podría ser darla un aventón por horas para visitar un preso político, encontrar hospedaje para cincuenta personas que venían o encontrar un autobús para recoger a gente del COPINH y llevarla tras todo el país a una manifestación, pero devolvía estos favores diez veces más con la generosidad de su espíritu, compartiendo su abundancia de sabiduría, risas profundas, y todo lo que tenía con cualquier que lo necesitaba. Esa noche se trató de un cuarto para Gustavo en su casa.


La Esperanza, a pesar de su creciente fama en años recientes como destino turístico, aún es muy silenta durante la noche. El canto del gallo, un perro que ladra, el zumbido de los grillos y ranas, hacen una sinfonía que se interrumpe ocasionalmente solo con una puerta que cierra o el sonido distante de un motor. Pero esa noche la interrupción fue diferente. Poco después de la media noche Gustavo despertó al sonido de alguien que tocaba la puerta y de la voz desafiante de Berta cuestionando “¡¿Quién está allí?!” La puerta estalló, varios hombres entraron y dispararon a Berta en el pecho y rozaron a la oreja de Gustavo. Él se calló al suelo y simuló su muerte. Berta se murió en ese lugar.


O así pensaron.


Berta no se murió, se multiplicó


Dentro de horas del asesinato, la voz había corrido en todo el mundo. Gente famosa como el grupo puertoriqueño de hip-hop Calle 13 y el actor Leonardo DiCaprio estaban denunciando el asesinato por tuiter. Varios presidentes de américa latina expresaron sus pésames y su rabia. Lo más importante, sin embargo, fue la reacción del pueblo hondureño. Los estudiantes lanzaron manifestaciones en Tegucigalpa. Las comunidades indígenas Lencas, la misma gente que el asesinato intentó callar, espontáneamente se movilizó a La Esperanza. Miles de personas llenaron las calles con una mezcla de luto y rabia. La marcha funeraria que llevó el cuerpo de Berta a su lugar de descanso final extendió por varios kilómetros y incluyó a miles de personas indígenas y otros hondureñxs quienes habían viajado de cada rincón del país para mostrar su respeto a una mujer quien había sido una fuente fundamental de apoyo a casi cada lucha importante del país. Esa noche, una reunión íntima de gente del COPINH, familiares y amistades tuvo lugar en el espacio que Berta y el COPINH conocen como “Utopía,” un centro que pertence al COPINH en las afueras del pueblo. Una lideresa guatamalteca indígena maya feminista y amiga de Berta hizo una fogata y invitó a que todo mundo se la acercara. Puso la gente a caminar en círculos concéntricos alrededor del fuego. Mientras aceleraba la gente, el fuego de repente tronó y formó un mini-tornado, levantándose y arremolinándose arriba y provocando gritos de sorpresa de toda la gente presnte. “¡Esa es Berta, compañeras y compañeros! Está con nosotras y nosotros, díganla lo que necesitan decir,” nos dijo. Entre lágrimas y risas y sonrisas y abrazos la gente la empezaba a hablar. Rosalina, una de las lideresas principales de la lucha de Río Blanco la dijo “gracias por enseñarme que como mujeres podemos ser lideresas, que tenemos voz, que como pueblos indígenas somos importantes.” Otras personas, especialmente las mujeres indígenas, dijeron cosas parecidas. Nació una canción, “Berta no se murió, Berta no se murió, Berta se hizo millones se hizo millones Berta soy yo.”


Las hijas de Berta, con la coordinación del COPINH y líderes y lideresas de Río Blanco, hicieron giras tras todo el mundo, llegando directamente a las puertas de los bancos filandeses y holandeses que financian el proyecto, y a los edificios de Washington para exigir que cese el financiamiento tanto a la represa como a la policía y las fuerzas armadas de Honduras quienes protegen el proyecto y constantemente violan los derechos humanos. Reunieron con movimientos sociales como Las Vidas Negras Importan en Baltimore y las Madres de la Plaza de Mayo en Argentina y muchos más. La coordinación se rotó y la organización se ha visto crecer y ha recibido cada vez más apoyo. La presión ha sido tanta que el estado hondureño se vio obligado buscar quien culpar para el asesinato. Hasta la fecha, ocho personas han sido detenidos, entre cuales hay tres militares actuales o jubilados de alto rango y el director de seguridad de DESA. La imagen de Berta está pintada en cientos de murales en todo Honduras y el mundo, hay libros y canciones a Berta y en todas partes se oyen sus palabras famosas – “despierta humanidad, ya no hay tiempo.”


 Un año después


 Entonces regresamos al primero de marzo, 2017, parte de la jornada de protesta, ceremonia y celebración convocada por el COPINH bajo la consigna, “Berta vive, el COPINH sigue.” Aunque muchas marchas del COPINH después del asesinato han sido brutalmente reprimidas, en esta marcha la policía y los militares por lo general se mantienen su distancia. Algunos dicen que es por la atención internacional, otros que son los tambores del OFRANEH quienes están en el frente de la marcha, asustando a la policía. La marcha termina frente el Tribunal Supremo de Justicia y la gente llena las calles afuera de la misma mientras una comisión entra para formalmente presentar un requerimiento legal anulando la concesión a DESA y cancelando el proyecto definitivamente. Cuando la comisión sale y las masas silenciosamente bajan por la valle a empezar la marcha de retorno al STIBYS, las compañeras queridísimas de Berta, la cantautora Karla Lara y la escritora Melissa Cardoza, cantan la melodía dulce y punzante de una canción que escribió Karla Lara en dedicación a Río Blanco.


            Que corra el río, que corra


            Tomás en su camino y Berta en su corriente


            Que corra el Río Gualcarque


            Una se pregunta…


            ¿De dónde, tanta fuerza?


            ¿De dónde, Rosalina?


            ¿De dónde, tantas Bertas?


            Me contaron un secreto


            Son los espíritus ancestros


            Son los espíritus ancestros


            Que le dan fuerza a las Lencas…


Esos son los espíritus que indudablemente llenan Utopia el próximo día cuando comienza una noche de música y cultura en honor a Berta. Los niños y las niñas de Río Blanco, quienes han sido una fuerza constante en la toma de Río Blanco impidiendo acceso al sitio para construir la represa, marchan tras el escenario con máscaras de Berta, dándola homenaje con teatro y canción. Karla y muchas otras artistas hondureñas hacen sonar sus melodías por el aire fresco de las montañas. Un grupo de ancianos y ancianas de Río Blanco pide que el público “nos escucha la letra y no la música, como es nuestra primera vez en escenario,” desatando un llanto de luto y recuerdo con una guitarra que les acompaña, conmoviendo a todo el público. Entre las canciones, gente de los movimientos sociales de todo Honduras y el mundo comparten las maneras que han sido inspiradas por Berta, y reafirman su compromiso a apoyar el COPINH y la lucha del pueblo Lenca.


El próximo día es un tiempo para reflexionar y formar estrategias. Un foro originalmente programado para las oficinas del COPINH crece al punto que no cabe allí y se traslada a Utopía. Por horas tras horas, gente del COPINH y sus aliadas y aliados discuten la lucha de Río Blanco en contra de DESA, la necesidad de seguir buscando justicia hasta que los autores intelectuales del asesinato están capturados y enjuiciados, y como seguir construyendo el movimiento social hondureño ampliamente para desafiar una dictadura cuya única propuesta es la criminalización, la privatización y la miseria. También toma lugar una reunión entre dos delegaciones de los EE.UU, una red feminista latinoamericana y la coordinación del COPINH sobre como aumentar la solidaridad desde los EE.UU y la importancia de seguir luchando por la Propuesta de Ley Berta Cáceres para los Derechos Humanos en Honduras para cortar el financiamiento de los EE.UU a la policía y las fuerzas armadas de la dictadura hondureña. Después de que la hija de Berta, Bertita, habla sobre la importancia de parar el uso de los impuestos de los EE.UU para la compra de balas como la que mató a su mamá, un luchador juvenil de Lado Sureño Organizando por el Poder de Chicago (STOP por siglas en inglés), Randy Pouncy, la sigue cuando sale del salón y pide que yo le siga. Cuando la alcanza, le dice, “Lo mismo que está pasando en Chicago es lo mismo que ustedes están viviendo. La policía está matando a nuestro pueblo también, te doy mi correo electrónico para que podamos compartir tu historia,” y la pasa un pedazo de papel, donde había escrito su dirección. Ella lo abraza y le dice, “Sí, claro.”


Por la tarde un grupo del COPINH y gente que lo apoya llevan flores a la tumba de Berta y luego se moviliza al Ministerio Público de La Esperanza, tomando la entrada y formando un círculo bajo la primera lluvia en más de un mes, encienden el copal para purificar la línea de policía con sus armas de alta calibre y prenden velas para llamar al espíritu de Berta. Claudia, una compañera del pueblo indígena Quechua, recién regresada de meses de acompañar a las guardianas del agua del tribu Standing Rock Sioux y cientos de otros pueblos indígenas en la lucha contra el Oleoducto Dakota Access en Dakota del Norte, recuerda a la gente presente que tanta la lucha #NoDAPL como la de #FueraDESA son luchas para el agua, que el agua es vida, y que Berta indudablemente es la que está mandando la lluvia, rompiendo meses de sequía. Enseña a todo el grupo la consigna “agua es vida” - “water is life” – “Mini Wiconi” y manda una melodía bella y conmovedora en su idioma nativa de Quechua al aire, haciendo un llamado al espíritu de Berta y de las miles de otros mártires a que sigan acompañándonos en la lucha por un mundo más allá de esta locura.


Finalmente, el sábado, 4 de marzo, el día que Berta habría cumplido 46 años, una caravana parte de La Esperanza para viajar las tres horas hacia las montañas y llegar a Río Blanco. Por lo menos cien personas de la comunidad están esperando la caravana debajo del famoso roble, donde tantas veces Berta había hablado a y con la comunidad, planeando los próximos pasos de la lucha, debatiendo tácticas, compartiendo y construyendo visión. Vapores se levantan de una caldera enorme donde están cocinando arroz, prenden velas en un altar debajo del roble, ancianas y ancianos y jóvenes de la comunidad hablan con fuerza sobre su compromiso de seguir en la lucha, sobre el legado de Berta, sobre la necesidad de defender el río, cueste lo que cueste. Gente de todo el mundo declara su solidaridad, y artistas de otros países de Centroamérica entretienen a la juventud (¡y la gente adulta!) con un mini-carnival, poesía y oración. Luego todo mundo se desciende al río. Se cree en la cosmovisión Lenca que los espíritus de las niñas son las guardianas de los ríos. Berta ahora es una de las niñas guardianas del Río Gualcarque. Es difícil imaginar un sitio más bello, o un sonido más alegre, que los cientos de niñas y niños, adultos, adultas, ancianas y ancianos jugando en el río esa tarde. Durante horas Berta nos hace recordar que la lucha no solamente es sacrificio y pérdida, también es alegría. Berta nunca nos dejó olvidar esa lección cuando nos acompañaba físicamente en esta tierra, y nos recuerda de lo mismo otra vez, convocándonos al río a jugar y bailar y reírnos.


Vale la pena defenderlo” dice un anciano, mojado con el agua del río, sentado en una piedra a su lado.


 Vale la pena defenderlo.


Berta en las entrañas del imperio


Mientras escribo estas palabras, estamos rumbo a Chicago de regreso, en el Día Internacional de la Mujer, un día que vio un paro mundial de las mujeres. En los EE.UU, todos los esfuerzos están cada vez más enfocados en resistir los ataques del régimen nuevo de Trump, lo cual ha desatado una ola de terror y odio hacia la gente musulmán, los pueblos inmigrantes, negros, indígenas, discapacitados y de la diversidad sexual en particular. Sería fácil en estos momentos, con un autoritarismo en ascenso en nuestro propio país y viendo la organización abierta de los neo-nazis, apartar las luchas internacionales como una segunda prioridad. Plantar nuestros pies firmemente y bajar nuestra vista al suelo mientras defendemos lo poco que nos queda después de décadas – siglos realmente – de saqueo de parte de una clase de poder insaciable y feroz.


Sería un error grave.


Frente esfuerzos concertados y violentos de aniquilar su cultura, desplazar a  sus comunidades y usurpar sus recursos naturales, Berta y el COPINH movilizaron cientos a oponerse a la guerra de los EE.UU en Irak, publicaron comunicados de apoyo a mujeres kurdas asesinadas, viajaron a Cuba a denunciar el embargo, denunciaron las crímenes de Israel en contra del pueblo Palestino, y constantemente defendieron sus pueblos hermanos del mundo frente el imperialismo. Tienen la sabiduría de reconocer que los enemigos son los mismos. Que los capitalistas no reconocen fronteras. Planean su saqueo desde las montañas de Davos y los salones de Washington, a través de tratados comerciales y guerras, planeados durante comidas de caviar y champaña. Si nuestros movimientos populares suben las puentes y limitamos nuestros horizontes a los ataque inmediatos, nos sentenciamos a la derrota y el planeta a su destrucción. Mientras nos oponemos a las deportaciones, podemos hablar sobre los golpes de estado y tratados de libre comercio que provocan la migración. Mientras resistimos la brutalidad policiaca podemos hablar sobre los asesinatos de la gente negra e indígena en otras partes del mundo. Mientras luchamos por los servicios sociales y la educación pública, podemos denunciar que mientras los poderosos dicen que no hay fondos, mientras cierran escuelas y clínicas de salud mental, también mandan dinero a comprar armas y balas para asesinar a personas como Berta Cáceres. Cuando luchamos contra los oleoductos en Dakota del Norte, hay oportunidades para conectar la lucha de allí con otras luchas para defender el agua, de Honduras a la India a Flint, Michigan. Y mientras luchamos para detener la régimen racista de Trump, hay lecciones que podemos aprender de la resistencia de Honduras, del papel que jugó Hillary y los demócratas en el golpe de estado, para que no reemplacemos un monstruo con otro ni dejemos que el espíritu creativo en las calles sea cooptado por un partido que no le importa por nada a las comunidades que enfrentan ataques con tal de que recibe sus votos. Cuando llamamos a nuestros diputados y diputadas para exigir que se opongan a un nombramiento u órden ejecutivo de Trump, podemos también preguntar si han firmado ya la propuesta de ley Berta Cáceres para los Derechos Humanos en Honduras. Es una manera pequeña y sencilla, pero a la vez significativa, que podemos conectar nuestras luchas.


Y si no estás convencido o convencida, si te agobia la idea de hacer que otra lucha también sea la tuya, para un momento y escucha. Si escuchas con mucha atención, vas a oír el eco de los tambores garífunas de Tegucigalpa, rebotando de los antimotines que vigilan la casa blanca. Olerás el copal del pueblo Lenca, cruzando la frontera, tratando de despertarnos, diciéndonos, como nos dijo Berta, que ya no hay tiempo.




Related Posts with Thumbnails